El Artesano Digital

Sitio web de la filial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas en la provincia de Matanzas (ACAA). Artesanía, Matanzas, Cuba. Director: José Artiles Editor y redactor: Norge Céspedes

jueves, noviembre 30, 2006

Exposiciones de artesanos activan intercambios culturales

Por Norge Céspedes Díaz

Activas reflexiones en torno a asuntos medulares de la cultura cubana se han promovido a partir de las casi 40 exposiciones, personales y colectivas, acogidas este año en las cuatro galerías de la filial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) en la provincia de Matanzas.
Mediante estilos, técnicas y materiales diversos (desde el barro, las fibras vegetales y los recursos marinos, hasta la cera, el vidrio, los metales...), ha sido recurrente la profundización estética en temas como las costumbres y tradiciones, la vida cotidiana y sus múltiples retos, la intimidad del ser humano, la historia patria y sus luchas.
De especial trascendencia resultaron los momentos en que se abrió espacio a las muestras presentadas a eventos de primera línea como Puro Arte (de carácter nacional, dedicado al tabaco), el Salón de Artesanía Tradicional y Utilitaria y el Salón IMAGINE (que estimula las creaciones a favor de la paz).
En las exposiciones individuales se vio de cerca lo hecho por creadores prestigiosos locales, y también de otras provincias, cuyas obras han llegado a Matanzas como parte del cumplimiento de los acuerdos del Congreso de la ACAA, en el cual se pedía mayores relaciones, mayores intercambios entre los territorios.
Así se valoró la buena forma en que se halla la labor creativa de los matanceros Marcelino Rivas, Yanko Chile y Minerva Rodríguez, a la vez que se apreciaron las perspectivas otras del santiaguero Manuel Santana Ochoa, del avileño Alexis Cardona y los habaneros Beatriz Salas e Iván Vallín.
Por cierto, noviembre resultó mes pródigo en cuanto a exposiciones en las galerías de la filial matancera de la ACAA, pues cuatro artistas dieron a conocer lo último de su quehacer: Belkis Arozamena Lima (mostró una colección de ropa infantil), Madelayne Niebla (trabajo con piel), Belkis Baró y Jorge Duménigo (piezas hechas con recursos marinos).

viernes, noviembre 17, 2006

Orihuela: 80 años contra viento y marea

Por Norge Céspedes Díaz
Foto: Elsa Galup
Con 80 años casi recién cumplidos (nació el 29 de octubre de 1926), el artesano matancero Luis Orihuela todavía se mantiene vital, fresco e imaginativo como un niño o, mejor, como la propia naturaleza que le ha permitido corporeizar sueños creadores facilitándole, década tras década, las sorprendentes fibras de la Caña de Castilla, de la Caña Brava y del bejuco de Guaniquiqui.
Ahora su plenitud como artista se ha vuelto a reafirmar con Ochenta contra viento y marea, una exposición en la que reunió más de 30 obras, confeccionadas en los últimos tiempos con los materiales con que habitualmente labora, y poseedoras de una gran diversidad que va desde cestos, cunas y juegos de mueble hasta floreros, lámparas, abanicos y adornos diversos.
En la muestra, que permaneció del 20 al 30 de octubre en una de las galerías de la filial de la ACAA en la provincia de Matanzas, se pudo apreciar también otra de las peculiaridades de Luis Orihuela: su gracia e ingeniosidad como poeta popular que se inspira a partir de su propio oficio de artesano. Así, al lado de una cuna se leía esta décima:
La cuna que yo tenía,
hecha de caña y arique,
que colgaba del tabique
de la choza que vivía.

Plácidamente dormía
en el rítmico vaivén.
Yo siempre me sentí bien.
Como sinsonte en su rama
fue mi cuna, mi cama
y mi columpio también.
Para complementar a Ochenta contra viento y marea, en otra de las galerías de la filial matancera de la ACAA se montó una exposición colectiva, en la que se agruparon obras de varios artesanos reconocidos que, honor a quien honor merece, decidieron rendirle homenaje a ese gran artista de la cestería y del trabajo con las fibras.
La trayectoria de Luis Orihuela es bien larga. Empezó en la década del 30 del pasado siglo, en Triunvirato, el poblado de la provincia de Matanzas donde nació y vivió durante muchos años junto a su familia. Restituto, su hermano mayor, aprendió a tejer las fibras en casa de una tía y luego él mismo le enseñó a Luis y a los demás hermanos.
Desde entonces su camino como artesano anduvo en ascenso. Fue fundador de la ACAA e incluso durante un periodo llegó a fungir como presidente de filial provincial de la ACAA. En marzo de 1972 realizó la que se conoce como la primera exposición de cestería en la provincia de Matanzas. Ganó, además, premios importantes y su buen quehacer se ha visto en muestras personales o colectivas. Ochenta contra viento y marea es, en cierta manera, un resumen de toda esta gran obra que ha desarrollado, de los conocimientos y habilidades que ha adquirido como los buenos artesanos, a base de experiencias, de trabajo diario.

jueves, noviembre 16, 2006

Significativos hallazgos arqueológicos en asentamiento neolítico de Limonar


Por Adrián Álvarez Chávez, presidente del Grupo Manuel Santos Parga
Ilustración cortesía de Luis Enrique González Hoyos

De todas las comunidades aborígenes que poblaron Cuba, los agricultores ceramistas o neolíticos fueron los de mayor desarrollo histórico social.
Procedentes del área del río Orinoco, se desplazan por el arco de Las Antillas menores y mayores, para arribar aproximadamente en el año 500 d.n.e., al extremo oriental de la isla.
Caracterizados por la práctica de la agricultura y los conocimientos alfareros contaban con desarrolladas creencias animistas y un panteón de deidades y personajes mitológicos.
De esta cultura se reportan en Matanzas los asentamientos El Morrillo y Caunavaco al norte, y Cocodrilos en Ciénaga de Zapata, así como un conjunto de cuevas funerarias hacia el interior del río Canímar y algunas evidencias aisladas en varias zonas de la provincia.
En septiembre del año 2004 exploradores del grupo Manuel Santos Parga, descubrieron un nuevo asentamiento neolítico, bautizado La Cañada y localizado en las coordenadas X438-333, Y353-147, en las márgenes del río San Juan, en zonas pertenecientes al municipio de Limonar.
Las colectas de superficie han permitido rescatar fragmentos de vasijas de cerámica y de burén (disco de barro sobre el que se cocinaba el pan de yuca o casabe), fragmentos de hachas petaloides, olivas sonoras y cuentas líticas de collar.
Algo significativo fue localizar restos de un recipiente de cerámica portador de la deidad de la lluvia: Boinayel.
El receptáculo, decorado por incisión y aplicación, presenta ojos humanos en forma de granos de café, del que parten dos líneas o surcos gruesos simulando lágrimas, bajo una tira o arco aplicado, que sugieren ser las extremidades (1).
La evidencia descrita , identificada en la arqueología nacional como “carita llorona” o “ llora lluvia”, constituye la más acabada representación artística de boinayel colectada hasta el presente en zonas de la actual provincia de Matanzas y del occidente nacional. Una evidencia muy similar, fue localizada años atrás en la cueva Nuevo Mundo, en la provincia Granma.
Según la mitología aruaca, boinayel es hijo de boina, la serpiente parda vinculada a las nubes cargadas de lluvia y era hermano gemelo de Márohu, deidad del buen tiempo, quienes juntos mantenían el equilibrio de la naturaleza.
Los ancestros habitantes de La Cañada, desde una apacible meseta de 60 metros de altitud, en las riberas del San Juan, imploraban lluvia en tiempos de sequía. La necesitaban para sus cultivos, fundamentalmente la yuca, base y sustento alimenticio principal de la comunidad asentada en el lugar.

miércoles, noviembre 15, 2006

Las copas flamígeras coloniales cubanas de cerámica vidriada

Por Barbarita Alfonso Rodríguez, especialista de la Galería de Arte de Colón

El arquitecto, ceramista e investigador colombino José Miguel González Jiménez (1921-2005) realizó un acucioso acercamiento a las copas flamígeras (1) de cerámica vidriada, usadas en la arquitectura colonial cubana a lo largo del siglo XIX.
En su estudio logró como resultado de gran importancia esclarecer los materiales y técnicas empleadas para la realización de esos elementos arquitectónicos.
Para confeccionarlas se valían de una arcilla roja natural de procedencia española, torneadas a mano por el alfarero en el cuerpo central, y la cubierta y en parte confeccionadas a molde, a presión o de barbotina (2).
La base y las partes básicas del remate se hacían a molde, así como los detalles ornamentales aplicados en relieve. La cubierta del barro bizcochado llevaba exteriormente una capa de engobe blanco que con el tiempo se tornó amarillento.
Los motivos en relieve se esmaltaban a pincel en un color contrastante con el fondo. Siempre llevaban un esmalte a base de óxido de cobre que daba un tono verde esmeralda en diversos tonos. El espesor de este esmalte de color era variable y cuando se aplicaba en una capa muy espesa solía chorrearse en el cocido sobre el esmalte blanco, lo que le daba el toque humano que amortiguaba la rigidez de la colocación de los elementos en relieve.
Existen ejemplares con el chorreado hacia arriba, lo que evidencia que las partes de la misma donde se realizó esto fueron quemadas en posición inversa a la que iba a llevar al montarse la copa con todos sus elementos. La copa requería finalmente de una capa de barniz transparente.
Las llamas que formaban el remate generalmente no se engobaban y se barnizaban directamente sobre el bizcocho por inmersión en esmalte transparente, lo que las hacía aparecer con un color terracota y a veces con matices decorados.
Pocas veces se veían con vetas blancas, producidas al mezclarse el barniz con el engobe y tal era el brillo de los remates flamígeros que vistos desde la calle parecían estar hechos de bronce.
De estas copas se han encontrado en Cuba cuatro tipos, diferenciadas tanto en la proporción y el tamaño como en la forma y colocación de sus elementos en relieve.
Fredrika Bremer (3), escritora sueca que estuvo en la isla en 1851, llamó a las copas “urnas”, tal vez con razón, pues en verdad tenían parecido con las funerales, que desde mucho tiempo atrás se usaban también con fines votivos, confeccionadas con mármol, bronce o hierro fundido en los cementerios y monumentos fúnebres.
Decía la viajera escandinava que un grupo de estas copas decoraban el pretil de la azotea de una casa de la calle Obrapía en La Habana que ella habitó entonces, “por la noche, después del té, subo al techado de la casa que es plano, como todos los techos de aquí, se llama azotea y está rodeado de un bajo parapeto sobre el cual hay unas urnas generalmente grises, con adornos verdes en relieve, pequeñas y doradas llamas encima”.
Si bien proliferaron en La Habana, tanto en intramuros como en extramuros, su uso se extendió también por toda Cuba. Lo plantea así el estudio de José Miguel González, que, de manera específica, fue también muy valioso para reflexionar sobre su influencia en la arquitectura yumurina, pues particularizó en torno a la subsistencia de esos elementos artísticos en esta provincia, especialmente en las ciudades de Matanzas, Cárdenas y Jovellanos (4).
Habría que realizar una nueva revisión del estado actual de esos graciosos y coloridos objetos, que por el frágil material de su hechura y su emplazamiento a la intemperie, sujetos a todos los agentes atmosféricos y algunas veces al descuido y menosprecio del hombre, corren peligro constante.
Ojos sensibles, espíritus que sienten devoción por sus más profundas tradiciones culturales y artísticas, deben andar alertas para que algo tan bello como las copas flamígeras no pase a ser una simple materia de historia antigua.



1- Flamígeras. Flamígero, estilo. Ultima evolución estilística de la arquitectura gótica francesa, a partir de 1460, en que las elaboradas líneas onduladas de la tracería crean formas similares a llamas.
2- Barbotina. Arcilla blanda y casi líquida que se emplea para decorar a pulso cerámica en relieve.
3- Bremer, Fredrika. Castas desde Cuba. La Habana. Editorial de Arte y Literatura, 1980. p. 26.
4- En un artículo publicado en la Revista de la Biblioteca Nacional (sept.-dic. de 1985), José Miguel González cita lugares específicos, en los cuales se podían apreciar (en 1985) aún las copas flamígeras. Ejemplo: Matanzas en la calle Contreras 85 antiguo, esquina de la calle 294 , dos en el pretil de la casa por la calle Contreras y tres por la calle 294. Cárdenas: En el Museo Histórico de la ciudad, se exhibe una de estas copas en muy buen estado de conservación que estuvo situada en el pretil de la azotea de la casa de una planta de la calle Coronel Verdugo No. 54, esquina a Laborde. Jovellanos: En el edificio que está situado en la Avenida 10 y abarca los números 906, 908 y 910 de esta calle.