El Artesano Digital

Sitio web de la filial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas en la provincia de Matanzas (ACAA). Artesanía, Matanzas, Cuba. Director: José Artiles Editor y redactor: Norge Céspedes

miércoles, noviembre 15, 2006

Las copas flamígeras coloniales cubanas de cerámica vidriada

Por Barbarita Alfonso Rodríguez, especialista de la Galería de Arte de Colón

El arquitecto, ceramista e investigador colombino José Miguel González Jiménez (1921-2005) realizó un acucioso acercamiento a las copas flamígeras (1) de cerámica vidriada, usadas en la arquitectura colonial cubana a lo largo del siglo XIX.
En su estudio logró como resultado de gran importancia esclarecer los materiales y técnicas empleadas para la realización de esos elementos arquitectónicos.
Para confeccionarlas se valían de una arcilla roja natural de procedencia española, torneadas a mano por el alfarero en el cuerpo central, y la cubierta y en parte confeccionadas a molde, a presión o de barbotina (2).
La base y las partes básicas del remate se hacían a molde, así como los detalles ornamentales aplicados en relieve. La cubierta del barro bizcochado llevaba exteriormente una capa de engobe blanco que con el tiempo se tornó amarillento.
Los motivos en relieve se esmaltaban a pincel en un color contrastante con el fondo. Siempre llevaban un esmalte a base de óxido de cobre que daba un tono verde esmeralda en diversos tonos. El espesor de este esmalte de color era variable y cuando se aplicaba en una capa muy espesa solía chorrearse en el cocido sobre el esmalte blanco, lo que le daba el toque humano que amortiguaba la rigidez de la colocación de los elementos en relieve.
Existen ejemplares con el chorreado hacia arriba, lo que evidencia que las partes de la misma donde se realizó esto fueron quemadas en posición inversa a la que iba a llevar al montarse la copa con todos sus elementos. La copa requería finalmente de una capa de barniz transparente.
Las llamas que formaban el remate generalmente no se engobaban y se barnizaban directamente sobre el bizcocho por inmersión en esmalte transparente, lo que las hacía aparecer con un color terracota y a veces con matices decorados.
Pocas veces se veían con vetas blancas, producidas al mezclarse el barniz con el engobe y tal era el brillo de los remates flamígeros que vistos desde la calle parecían estar hechos de bronce.
De estas copas se han encontrado en Cuba cuatro tipos, diferenciadas tanto en la proporción y el tamaño como en la forma y colocación de sus elementos en relieve.
Fredrika Bremer (3), escritora sueca que estuvo en la isla en 1851, llamó a las copas “urnas”, tal vez con razón, pues en verdad tenían parecido con las funerales, que desde mucho tiempo atrás se usaban también con fines votivos, confeccionadas con mármol, bronce o hierro fundido en los cementerios y monumentos fúnebres.
Decía la viajera escandinava que un grupo de estas copas decoraban el pretil de la azotea de una casa de la calle Obrapía en La Habana que ella habitó entonces, “por la noche, después del té, subo al techado de la casa que es plano, como todos los techos de aquí, se llama azotea y está rodeado de un bajo parapeto sobre el cual hay unas urnas generalmente grises, con adornos verdes en relieve, pequeñas y doradas llamas encima”.
Si bien proliferaron en La Habana, tanto en intramuros como en extramuros, su uso se extendió también por toda Cuba. Lo plantea así el estudio de José Miguel González, que, de manera específica, fue también muy valioso para reflexionar sobre su influencia en la arquitectura yumurina, pues particularizó en torno a la subsistencia de esos elementos artísticos en esta provincia, especialmente en las ciudades de Matanzas, Cárdenas y Jovellanos (4).
Habría que realizar una nueva revisión del estado actual de esos graciosos y coloridos objetos, que por el frágil material de su hechura y su emplazamiento a la intemperie, sujetos a todos los agentes atmosféricos y algunas veces al descuido y menosprecio del hombre, corren peligro constante.
Ojos sensibles, espíritus que sienten devoción por sus más profundas tradiciones culturales y artísticas, deben andar alertas para que algo tan bello como las copas flamígeras no pase a ser una simple materia de historia antigua.



1- Flamígeras. Flamígero, estilo. Ultima evolución estilística de la arquitectura gótica francesa, a partir de 1460, en que las elaboradas líneas onduladas de la tracería crean formas similares a llamas.
2- Barbotina. Arcilla blanda y casi líquida que se emplea para decorar a pulso cerámica en relieve.
3- Bremer, Fredrika. Castas desde Cuba. La Habana. Editorial de Arte y Literatura, 1980. p. 26.
4- En un artículo publicado en la Revista de la Biblioteca Nacional (sept.-dic. de 1985), José Miguel González cita lugares específicos, en los cuales se podían apreciar (en 1985) aún las copas flamígeras. Ejemplo: Matanzas en la calle Contreras 85 antiguo, esquina de la calle 294 , dos en el pretil de la casa por la calle Contreras y tres por la calle 294. Cárdenas: En el Museo Histórico de la ciudad, se exhibe una de estas copas en muy buen estado de conservación que estuvo situada en el pretil de la azotea de la casa de una planta de la calle Coronel Verdugo No. 54, esquina a Laborde. Jovellanos: En el edificio que está situado en la Avenida 10 y abarca los números 906, 908 y 910 de esta calle.