Luis Octavio Hernández: “Debemos tratar de dar lo mejor de nosotros mismos”
Por Norge Céspedes (Publicado en tvyumurí)
Luis Octavio Hernández se ha dedicado a la labor artística, por encima de unos cuantos obstáculos. Primero fue la incomprensión materna para que no eligiera ese camino, y luego, ya creador a pesar de todo, la falta de tiempo que le han sus responsabilidades como dirigente de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA).
“Yo siempre trato de sacar un chance, porque lo necesito como artista, y porque es también una cuestión moral, ¿de qué otro modo podría exigirle a los demás que se ocupen de su obra, que participen en exposiciones”, afirma.
En 2010 alcanzó una mención en el Salón Provincial de las Máscaras, y en el transcurso de estos años ha recibido otros reconocimientos, a la vez que mantiene su trabajo con el grupo Palma, si bien “no con toda la intensidad que se pudiera”.
Aunque haya pasado más de una década dirigiendo la filial de la ACAA en la provincia de Matanzas, y aunque muchos tiendan a esquematizarlo en ese puesto, Luis Octavio es en esencia un verdadero artista.
—¿Cómo llegaste a la artesanía?
—Desde niño me interesó la pintura, no hice el intento de ingresar a una escuela especializada pues mi madre se negaba, por prejuicios. El pintor Juan Manuel Vázquez, recién casado con una prima nuestra, cursaba la Escuela Nacional de Arte y trataba de interceder a favor mío. Pero qué va, mi madre no cedía.
Seguí mis estudios por el sistema normal en la ciudad de Matanzas. Matriculé en el preuniversitario Carlos Marx, donde me incorporé a un taller de propaganda que rotulaba preparaba murales, afiches para la divulgación.
También pinté murales de ese tipo en Polonia, donde comencé la ingeniería en Construcciones Hidrotécnicas —no la terminé por la situación política que se dio allá—; y durante mi etapa en el Ministerio del Interior (MININT), donde llegué a graduarme de Derecho Penal, ya en Cuba. Estuve 13 años en el MININT, hasta que me desmovilizaron en 1995.
Entonces me puse a trabajar como artesano de las Industrias Locales. Yo hacía mi labor en la casa. Monederos, billeteras, carteras, cosas así, todas de cuero. En cierta ocasión Vázquez me dijo: “Si te vas a dedicar a eso, trata de crecer, de hacer propuestas más ambiciosas”.
Mi hermano, mi padrastro, unos cuantos amigos y yo creamos el grupo Palma. En 1996 obtuve la resolución 69 del Fondo Cubano de Bienes Culturales, que nos permitía comercializar en Varadero, y en el 2000 ingresé a la ACAA.
—Al año siguiente ya eras el presidente de la filial provincial...
—Así mismo. Carmen Ana Galindo, la presidenta entonces, me dijo que aguantara solo unos meses, hasta que se realizara el Congreso, pero los meses se han convertido en casi más de una década. Y a eso agrégale que estuve un largo periodo como vicepresidente nacional de la ACAA.
—Has planteado que este será tu último periodo como presidente de la filial provincial, para poder dedicarte a la creación plenamente. ¿Hasta dónde tu responsabilidad te afectaba en ese sentido?
—Mi obra artística se ha visto aguantada. Al empezar a dirigir la ACAA, mi grupo se hallaba en plenitud. Montamos una exposición en la galería del hotel Bellacosta y otra en Plaza América. Obtuvimos además varios reconocimientos por nuestro quehacer, basado en el trabajo con la piel, ánforas, mayólicas, tapices, pedernales...
La ACAA lleva tiempo, esfuerzos. Claro, no coincido totalmente con algunos amigos que han visto esto como algo negativo por completo. En primer lugar, cada uno de los logros artísticos y sociales de la ACAA y de los asociados los siento como míos. Esa también es mi obra en esta etapa. Por otra parte, me ha facilitado un caudal de conocimientos a los que no hubiera accedido de otro modo. He aprendido en eventos, talleres y otras actividades.
Recuerdo que hace un tiempo atrás me desempeñé como presidente de la comisión nacional de crecimiento de la ACAA. Participé en la valoración de la obra de centenares de artistas de toda Cuba. Fueron dos años y medio, ¡media carrera universitaria!, durante los cuales presencié las profundas reflexiones de creadores, críticos, profesores y otros especialistas de primera línea.
—Como creador, ¿qué ambiciones inmediatas tienes?
—Tengo mucho por hacer. Todo esto que he aprendido, digamos que teóricamente, quiero llevarlo a la práctica. Además de reactivar con toda la intensidad posible la obra de Palma, deseo organizar una exposición personal, la primera de este tipo que preparo. Un momento excelente podría ser abril de 2011, cuando cumplo 50 años de vida.
Me gustaría mostrar todo lo que he hecho en los últimos tiempos. Mis piezas se encuentran más o menos en la línea del grupo, aunque estoy comenzando a interesarme con mayor insistencia en las máscaras, hechas con piel y fibras de coco.
La exposición personal es algo que me debo. Como creador, como dirigente, como ser humano, siempre he creído que uno debe tratar de ser cada día mejor. Ponerse metas y vencerlas. Esta va a ser una. No será nada grandilocuente, porque no me gusta la grandilocuencia. Me gusta el paso a paso, el avance sostenido, hasta conseguir el empleo óptimo de nuestras capacidades. Debemos tratar de dar lo mejor de nosotros mismos.
“Yo siempre trato de sacar un chance, porque lo necesito como artista, y porque es también una cuestión moral, ¿de qué otro modo podría exigirle a los demás que se ocupen de su obra, que participen en exposiciones”, afirma.
En 2010 alcanzó una mención en el Salón Provincial de las Máscaras, y en el transcurso de estos años ha recibido otros reconocimientos, a la vez que mantiene su trabajo con el grupo Palma, si bien “no con toda la intensidad que se pudiera”.
Aunque haya pasado más de una década dirigiendo la filial de la ACAA en la provincia de Matanzas, y aunque muchos tiendan a esquematizarlo en ese puesto, Luis Octavio es en esencia un verdadero artista.
—¿Cómo llegaste a la artesanía?
—Desde niño me interesó la pintura, no hice el intento de ingresar a una escuela especializada pues mi madre se negaba, por prejuicios. El pintor Juan Manuel Vázquez, recién casado con una prima nuestra, cursaba la Escuela Nacional de Arte y trataba de interceder a favor mío. Pero qué va, mi madre no cedía.
Seguí mis estudios por el sistema normal en la ciudad de Matanzas. Matriculé en el preuniversitario Carlos Marx, donde me incorporé a un taller de propaganda que rotulaba preparaba murales, afiches para la divulgación.
También pinté murales de ese tipo en Polonia, donde comencé la ingeniería en Construcciones Hidrotécnicas —no la terminé por la situación política que se dio allá—; y durante mi etapa en el Ministerio del Interior (MININT), donde llegué a graduarme de Derecho Penal, ya en Cuba. Estuve 13 años en el MININT, hasta que me desmovilizaron en 1995.
Entonces me puse a trabajar como artesano de las Industrias Locales. Yo hacía mi labor en la casa. Monederos, billeteras, carteras, cosas así, todas de cuero. En cierta ocasión Vázquez me dijo: “Si te vas a dedicar a eso, trata de crecer, de hacer propuestas más ambiciosas”.
Mi hermano, mi padrastro, unos cuantos amigos y yo creamos el grupo Palma. En 1996 obtuve la resolución 69 del Fondo Cubano de Bienes Culturales, que nos permitía comercializar en Varadero, y en el 2000 ingresé a la ACAA.
—Al año siguiente ya eras el presidente de la filial provincial...
—Así mismo. Carmen Ana Galindo, la presidenta entonces, me dijo que aguantara solo unos meses, hasta que se realizara el Congreso, pero los meses se han convertido en casi más de una década. Y a eso agrégale que estuve un largo periodo como vicepresidente nacional de la ACAA.
—Has planteado que este será tu último periodo como presidente de la filial provincial, para poder dedicarte a la creación plenamente. ¿Hasta dónde tu responsabilidad te afectaba en ese sentido?
—Mi obra artística se ha visto aguantada. Al empezar a dirigir la ACAA, mi grupo se hallaba en plenitud. Montamos una exposición en la galería del hotel Bellacosta y otra en Plaza América. Obtuvimos además varios reconocimientos por nuestro quehacer, basado en el trabajo con la piel, ánforas, mayólicas, tapices, pedernales...
La ACAA lleva tiempo, esfuerzos. Claro, no coincido totalmente con algunos amigos que han visto esto como algo negativo por completo. En primer lugar, cada uno de los logros artísticos y sociales de la ACAA y de los asociados los siento como míos. Esa también es mi obra en esta etapa. Por otra parte, me ha facilitado un caudal de conocimientos a los que no hubiera accedido de otro modo. He aprendido en eventos, talleres y otras actividades.
Recuerdo que hace un tiempo atrás me desempeñé como presidente de la comisión nacional de crecimiento de la ACAA. Participé en la valoración de la obra de centenares de artistas de toda Cuba. Fueron dos años y medio, ¡media carrera universitaria!, durante los cuales presencié las profundas reflexiones de creadores, críticos, profesores y otros especialistas de primera línea.
—Como creador, ¿qué ambiciones inmediatas tienes?
—Tengo mucho por hacer. Todo esto que he aprendido, digamos que teóricamente, quiero llevarlo a la práctica. Además de reactivar con toda la intensidad posible la obra de Palma, deseo organizar una exposición personal, la primera de este tipo que preparo. Un momento excelente podría ser abril de 2011, cuando cumplo 50 años de vida.
Me gustaría mostrar todo lo que he hecho en los últimos tiempos. Mis piezas se encuentran más o menos en la línea del grupo, aunque estoy comenzando a interesarme con mayor insistencia en las máscaras, hechas con piel y fibras de coco.
La exposición personal es algo que me debo. Como creador, como dirigente, como ser humano, siempre he creído que uno debe tratar de ser cada día mejor. Ponerse metas y vencerlas. Esta va a ser una. No será nada grandilocuente, porque no me gusta la grandilocuencia. Me gusta el paso a paso, el avance sostenido, hasta conseguir el empleo óptimo de nuestras capacidades. Debemos tratar de dar lo mejor de nosotros mismos.
Etiquetas: filial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) en Matanzas, Luis Octavio Hernández, Matanzas
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