La máscara como necesidad humana
Por Yamila Gordillo
Desde hace muchísimos años, desde el surgimiento mismo del mundo, el hombre asumió el juego de las apariencias. Nos referimos, a la práctica objetual, la creación de máscaras como expresión estética asumida por nuestros antepasados.
Las condiciones de existencia para ese entonces, limitaban su representación del cosmos, por eso, comienza a erigir el mundo desde lo imaginado. En sus inicios como reproducciones puramente mentales; luego, desde relaciones de analogía, convención en símbolos, metáforas…,se disfrazan los sentidos porque demasiados inexplicables son los misterios de la naturaleza, del origen, orden universal y de sí. De ahí, que se usen para conectarse con el más allá, como protectores de la fe y para el augurio de resultados favorables, difíciles de traducir en la realidad existente de esos pueblos.
Las máscaras resumen parte del legado ancestral, “una máscara o una estatuilla, no tienen valor por sí mismos, sino en el seno de una tradición en función de unas creencias mágico-religiosas (…) tienen la obligación de perpetuar el relato mítico, la ley dictada por los antecesores.”[i]
El Salón Provincial Máscaras, de la filial provincial de la ACAA en Matanzas, que abrió sus puertas el 18 de septiembre hasta el 15 de octubre, intenta desde su convocatoria incentivar la creación buscando en el pasado, y en el logro de novedosas propuestas estéticas que rindan homenaje a la cultura matancera vinculada a sus orígenes, pudiendo utilizar para ello diversos modos de interpretación de la máscara en cualquiera de las manifestaciones de las artes plásticas y aplicadas y material como soporte.
Esta idea tiene como antecedente una exposición colectiva realizada en los años setenta, generada por la Galería de Arte de Matanzas, donde se convocaba a los artistas plásticos a la creación de ese objeto, con la utilización de elementos de desechos, arte povera.
En esta ocasión, los artesanos-artistas asumen la presentación de 49 máscaras, inspirados en el arte africano, el indígena americano (especialmente mesoamericano), asiático y las asimilaciones que posteriormente encontramos en los países europeos; valiéndose del uso de materiales y técnicas como el vidrio, la piel, recursos del mar, la cerámica, la naturaleza seca, fibra, metal, el papier maché, la talla en madera…
El conjunto de obras Caribe, Ixchel y Los hombres del Maíz de Sonia Carpio Herrrera, primer lugar, nos sitúa frente a una reinterpretación que logra de manera temática captar el sentido ritual de las celebraciones y figuras vinculadas a la agricultura que realizaban estos culturas americanas prehispánicas, afianzadas en el equilibro que alcanza no solo a través del color, sino en la disposición de los diferentes materiales que emplea: plumas, textiles, conchas, caracoles, semillas.
Mientras que en Afro, segundo lugar, Rubén Díaz García se apropia del carácter ceremonial del mito africano y con el aprovechamiento de la dureza y fortaleza que le proporciona el metal, alcanza como resultante una acabada imagen llena de expresión y solemnidad.
Diversas son las maneras y modos de concebir la confección de máscaras vinculadas a su función socio-cultural, a lo mágico-religioso, además del uso de la figura del animal como imagen iconográfica en las disímiles culturas; veamos la obra Antílope, tercer lugar, de Luis O. Hernández, donde nos muestra este protagonismo desde una alegoría muy personal que resuelve con frescura e ingenio a través de la fibra y la naturaleza seca. No nos importa si es un antílope indico o a una gacela africana, sino la remisión que nos hace a la antiquísima conjunción indisoluble entre hombre y naturaleza.
En fin, “hay algunas máscaras por donde cortar”, porque aunque el salón no logre sintetizar los presupuestos que se propone, piezas corroboran el intento necesario. Mucho les queda por explorar e indagar a los afiliados e interesados en el tema; porque la fuente de donde se bebe es infinita, como ilimitada es la espiritualidad de las culturas primerísimas que se reflejan en sus máscaras.
Ha sido igualmente estimulante disfrutar también de la Muestra transitoria, que como cortesía del Museo Provincial de Arte de Matanzas se presentó a la vez en otro de los espacios expositivos colaterales al salón, con piezas de Costa de Marfil, Mali, Nigeria, Congo, Sierra Leona, Gabón. Belleza, perfección y técnica que nos habla de identidad, de trascendencia, de huella en el tiempo.
La máscara, es simulación, y también es modo de vida, necesidad humana de ocultarnos, de presentarnos diferentes, quizás de ser un poco los otros y aquellos, y nosotros mismos.
Las condiciones de existencia para ese entonces, limitaban su representación del cosmos, por eso, comienza a erigir el mundo desde lo imaginado. En sus inicios como reproducciones puramente mentales; luego, desde relaciones de analogía, convención en símbolos, metáforas…,se disfrazan los sentidos porque demasiados inexplicables son los misterios de la naturaleza, del origen, orden universal y de sí. De ahí, que se usen para conectarse con el más allá, como protectores de la fe y para el augurio de resultados favorables, difíciles de traducir en la realidad existente de esos pueblos.
Las máscaras resumen parte del legado ancestral, “una máscara o una estatuilla, no tienen valor por sí mismos, sino en el seno de una tradición en función de unas creencias mágico-religiosas (…) tienen la obligación de perpetuar el relato mítico, la ley dictada por los antecesores.”[i]
El Salón Provincial Máscaras, de la filial provincial de la ACAA en Matanzas, que abrió sus puertas el 18 de septiembre hasta el 15 de octubre, intenta desde su convocatoria incentivar la creación buscando en el pasado, y en el logro de novedosas propuestas estéticas que rindan homenaje a la cultura matancera vinculada a sus orígenes, pudiendo utilizar para ello diversos modos de interpretación de la máscara en cualquiera de las manifestaciones de las artes plásticas y aplicadas y material como soporte.
Esta idea tiene como antecedente una exposición colectiva realizada en los años setenta, generada por la Galería de Arte de Matanzas, donde se convocaba a los artistas plásticos a la creación de ese objeto, con la utilización de elementos de desechos, arte povera.
En esta ocasión, los artesanos-artistas asumen la presentación de 49 máscaras, inspirados en el arte africano, el indígena americano (especialmente mesoamericano), asiático y las asimilaciones que posteriormente encontramos en los países europeos; valiéndose del uso de materiales y técnicas como el vidrio, la piel, recursos del mar, la cerámica, la naturaleza seca, fibra, metal, el papier maché, la talla en madera…
El conjunto de obras Caribe, Ixchel y Los hombres del Maíz de Sonia Carpio Herrrera, primer lugar, nos sitúa frente a una reinterpretación que logra de manera temática captar el sentido ritual de las celebraciones y figuras vinculadas a la agricultura que realizaban estos culturas americanas prehispánicas, afianzadas en el equilibro que alcanza no solo a través del color, sino en la disposición de los diferentes materiales que emplea: plumas, textiles, conchas, caracoles, semillas.
Mientras que en Afro, segundo lugar, Rubén Díaz García se apropia del carácter ceremonial del mito africano y con el aprovechamiento de la dureza y fortaleza que le proporciona el metal, alcanza como resultante una acabada imagen llena de expresión y solemnidad.
Diversas son las maneras y modos de concebir la confección de máscaras vinculadas a su función socio-cultural, a lo mágico-religioso, además del uso de la figura del animal como imagen iconográfica en las disímiles culturas; veamos la obra Antílope, tercer lugar, de Luis O. Hernández, donde nos muestra este protagonismo desde una alegoría muy personal que resuelve con frescura e ingenio a través de la fibra y la naturaleza seca. No nos importa si es un antílope indico o a una gacela africana, sino la remisión que nos hace a la antiquísima conjunción indisoluble entre hombre y naturaleza.
En fin, “hay algunas máscaras por donde cortar”, porque aunque el salón no logre sintetizar los presupuestos que se propone, piezas corroboran el intento necesario. Mucho les queda por explorar e indagar a los afiliados e interesados en el tema; porque la fuente de donde se bebe es infinita, como ilimitada es la espiritualidad de las culturas primerísimas que se reflejan en sus máscaras.
Ha sido igualmente estimulante disfrutar también de la Muestra transitoria, que como cortesía del Museo Provincial de Arte de Matanzas se presentó a la vez en otro de los espacios expositivos colaterales al salón, con piezas de Costa de Marfil, Mali, Nigeria, Congo, Sierra Leona, Gabón. Belleza, perfección y técnica que nos habla de identidad, de trascendencia, de huella en el tiempo.
La máscara, es simulación, y también es modo de vida, necesidad humana de ocultarnos, de presentarnos diferentes, quizás de ser un poco los otros y aquellos, y nosotros mismos.
[i] Enciclopedia de Historia del Arte. Asia. América. África. Oceanía. Océano Grupo Editorial-Instituto Gallach Tomo 7, 1999.
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