¡La última situación inverosímil que ha vivido Manuel!

Por Norge Céspedes

Con dos semanas de retraso, mientras revisaba algunos periódicos viejos, supe que Manuel Hernández, el caricaturista, el dibujante, el pintor, el ceramista, acababa de resultar finalista en el Premio Nacional de Artes Plásticas.
Yo había leído esa noticia el día que se publicó en el Granma (27-11-2009). Mejor dicho, por cuestiones de tiempo había leído parte de la noticia, apenas los dos primeros párrafos, en los que se exponían las razones por las cuales Nelson Domínguez ganaba “el más importante galardón que otorgan anualmente el Ministerio de Cultura y el Consejo Nacional de Artes Plásticas”.
Unas líneas más abajo –líneas que no vi, por supuesto, en aquella primera lectura–, se mencionaban los artistas que el jurado valoró hasta el último momento. Estaba Manuel, estaba el fotógrafo Liborio Noval y estaban los pintores René Francisco, Zaida del Río y Carlos Garaicoa.
Me dio tremenda pena. No le había dicho nada, no lo había felicitado aunque llevaba algunos días cayéndole detrás, pidiéndole las caricaturas para la muy aguda sección de humor que mantiene desde hace mucho en el boletín El Artesano (perteneciente a la filial provincial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas). Me prometí que tan pronto volviera a llegarme hasta su casa, en la calle Milanés, lo arreglaría todo. Le diría felicidades, Manuel, atrasadas, pero felicidades. Además, para que todo no quedara ahí, le pediría las argumentaciones que se habían manejado –se les pediría para escribir un texto en El Artesano–, y que lo llevaron tan lejos, a un paso casi del “más importante galardón que otorgan anualmente el Ministerio de Cultura y el Consejo Nacional de Artes Plásticas”, como expresara el Granma.
—¿Felicidades por qué, si yo no cumplo años ni estoy celebrando ninguna otra cosa? –me respondió él, cuando llevé a la práctica mi plan.
—Es... por haber sido finalista del Premio Nacional de Artes Plásticas –le dije, para recordarla el motivo de la felicitación, que seguramente él, que no cree mucho en eso, había borrado de su mente.
—¿Quién? ¿Yo? Pues mira, ahora es que me entero, primera noticia –me respondió.No quise creerle, esperé un instante a ver si se echaba a reír o hacía algo para demostrarme que era una broma, que ¡cómo no! él sí lo sabía todo. Pero qué va. Manuel seguía frente a mí con toda la seriedad del mundo y, lo peor, tan asombrado como yo de la noticia.
A él no le había caído en la mano el periódico donde se publicó y hasta ese momento ¡nadie le había dicho nada de eso! El que nace para ser humorista, del cielo le caen los chistes, las situaciones absurdas, inverosímiles. ¿Verdad que sí?