Arte del Fuego: Un Raku de Voluntades
Por Andrés D. Abreu
Foto Ricardo Rodríguez
(Tomado de La Jiribilla)
Arte y Fuego fue concebido como proyecto en el año 2002 por la ceramista norteamericana Catherine Merrill y su homólogo cubano Antonio Lewis, y en la esencia misma de su génesis se propuso una búsqueda de paz y amistad a través del intercambio cultural y la creación artística del barro mediante la realización de talleres, clases magistrales, conferencias, residencias y exposiciones que implicaran el acercamiento entre los artistas y los pueblos de sus respectivos países, más allá de diferencias y barreras políticas.
En el sentido artístico y humanista de este proyecto, que desde Cuba han patrocinado establemente la Fundación Caguayo, el Estudio Galería Los Oficios, y la Casa Fundación Taller Pedro Pablo Oliva, se expresa también una preocupación por los fenómenos transculturales y el respeto a los aportes del otro desde una interacción que busca el equilibrio y la fusión armónica de las identidades y conocimientos de quienes se suman a sus acciones uniendo sin barreras a creadores de diferentes latitudes del Mundo y promoviendo a nuevos talentos desde el espacio mismo de su comunidad.
Santiago de Cuba, Pinar del Río, Isla de la Juventud y Ciudad de La Habana, en Cuba; San Francisco y San Diego, en Estados Unidos, y Vancouver; en Canadá, han sido algunas de las ciudades que han servido de sedes a ediciones e intervenciones anteriores del proyecto, mientras que Matanzas acaba de acoger a la más reciente de sus experiencias. Los quince años de existencia del Taller de Cerámica de Varadero, el reconocimiento alcanzado por varios artistas de esta provincia en eventos nacionales e internacionales así como el desarrollo del movimiento ceramista artesanal, liderado por el Taller de la Familia Correa en Jovellanos, estimularon a los fundadores de Arte y Fuego a convocar desde la llamada Atenas de Cuba a creadores nacionales e internacionales para nuevamente convertir en felicidad, placer y meditación el acto de crear sobre el barro.
A las buenas voluntades de los fundadores de este proyecto se sumaron las de muchas instituciones matanceras como lideradas por la filial provincial de la ACAA, el Consejo Provincial de las Artes Plásticas, el Fondo Cubano de Bienes Culturales, la UNEAC, la Universidad y el Gobierno Provincial de Matanzas, y más de una decena de artistas matanceros como Sergio Roque, Manuel Hernández, Agustín Dreke, Osmany Betancourt, Edel Arencibia y Marcelino Ribas, entre otros— junto a otros cubanos de diferentes regiones como los consagrados Alberto Lescay, de Santiago de Cuba, y Eduardo Roca (Choco), desde la capital. Junto a la querida e incansable norteamericana Merrill, arribaron también a nuestro país los colombianos Juan Pablo Cárdenas, estudiante de Arte, y la fotógrafa e investigadora Ana María Cárdenas.
El Taller de Cerámica de Varadero, la Finca Ecológica de la Familia Correa, la Galería Pedro Esquerre, la Escuela Provincial de Arte, el Proyecto Comunitario del popular barrio La Marina y la sede Provincial de la ACAA fueron espacios para las principales acciones de creación, debate, instrucción y exposición de los trabajos de Arte del Fuego.
Técnicas como el raku y el quemado primitivo en hueco, trabajos en hornos eléctricos y de combustión con madera, utilización de pigmentos industriales y naturales, figuraciones académicas, antropológicas o trazos informalistas matizaron la diversidad del intercambio creativo. La confraternidad y la contribución sin miramientos a las jerarquías también se fundieron sobre las vasijas y platos de un conocedor como Miranda, o las experimentaciones en el material de pintores como William Hernández y los hermanos Duany, o muy jóvenes como Yhamara Cruz y Walberth Lizano. Una verdad mayor del evento fue su facilitación a una entrega al arte como lo exige su esencia: expresión con libertad de ideas y estéticas vinculando desde su más ardua manufactura histórica, su relación filosófica con la espiritualidad, su capacidad utilitaria y decorativa hasta la incorporación de su pensamiento modernista de compromiso sociológico.
Por eso muchas de las piezas logradas además de viajar en el acervo personal de cada artista, ocuparan espacios dentro de la vida cultural matancera. Además de la impresionante exposición que ahora exhibe la galería de la Filial Provincial de la ACAA, un gran mural en proceso tomará una pared de la Universidad, otras obras se integrarán a los ambientes de la propia Filial de la ACAA, la Escuela de Provincial de Arte, el Instituto de Investigaciones Científicas de Indio Hatuey, y una subasta de algunas vasijas recaudará fondos para la nueva sede del Consejo Provincial de las Artes Plásticas y su nueva galería. Por su parte Catherine Merril retornará una vez más a Estados Unidos llevando algunas de ellas en su valija de mano, agrandando así desde lo indetenible de su labor el estudio y la promoción sobre el valor de la cerámica cubana como ejemplo de inventiva ante las limitaciones de recursos y de creatividad contextual dispuesta a fundirse con el otro de buena voluntad.
En el sentido artístico y humanista de este proyecto, que desde Cuba han patrocinado establemente la Fundación Caguayo, el Estudio Galería Los Oficios, y la Casa Fundación Taller Pedro Pablo Oliva, se expresa también una preocupación por los fenómenos transculturales y el respeto a los aportes del otro desde una interacción que busca el equilibrio y la fusión armónica de las identidades y conocimientos de quienes se suman a sus acciones uniendo sin barreras a creadores de diferentes latitudes del Mundo y promoviendo a nuevos talentos desde el espacio mismo de su comunidad.
Santiago de Cuba, Pinar del Río, Isla de la Juventud y Ciudad de La Habana, en Cuba; San Francisco y San Diego, en Estados Unidos, y Vancouver; en Canadá, han sido algunas de las ciudades que han servido de sedes a ediciones e intervenciones anteriores del proyecto, mientras que Matanzas acaba de acoger a la más reciente de sus experiencias. Los quince años de existencia del Taller de Cerámica de Varadero, el reconocimiento alcanzado por varios artistas de esta provincia en eventos nacionales e internacionales así como el desarrollo del movimiento ceramista artesanal, liderado por el Taller de la Familia Correa en Jovellanos, estimularon a los fundadores de Arte y Fuego a convocar desde la llamada Atenas de Cuba a creadores nacionales e internacionales para nuevamente convertir en felicidad, placer y meditación el acto de crear sobre el barro.
A las buenas voluntades de los fundadores de este proyecto se sumaron las de muchas instituciones matanceras como lideradas por la filial provincial de la ACAA, el Consejo Provincial de las Artes Plásticas, el Fondo Cubano de Bienes Culturales, la UNEAC, la Universidad y el Gobierno Provincial de Matanzas, y más de una decena de artistas matanceros como Sergio Roque, Manuel Hernández, Agustín Dreke, Osmany Betancourt, Edel Arencibia y Marcelino Ribas, entre otros— junto a otros cubanos de diferentes regiones como los consagrados Alberto Lescay, de Santiago de Cuba, y Eduardo Roca (Choco), desde la capital. Junto a la querida e incansable norteamericana Merrill, arribaron también a nuestro país los colombianos Juan Pablo Cárdenas, estudiante de Arte, y la fotógrafa e investigadora Ana María Cárdenas.
El Taller de Cerámica de Varadero, la Finca Ecológica de la Familia Correa, la Galería Pedro Esquerre, la Escuela Provincial de Arte, el Proyecto Comunitario del popular barrio La Marina y la sede Provincial de la ACAA fueron espacios para las principales acciones de creación, debate, instrucción y exposición de los trabajos de Arte del Fuego.
Técnicas como el raku y el quemado primitivo en hueco, trabajos en hornos eléctricos y de combustión con madera, utilización de pigmentos industriales y naturales, figuraciones académicas, antropológicas o trazos informalistas matizaron la diversidad del intercambio creativo. La confraternidad y la contribución sin miramientos a las jerarquías también se fundieron sobre las vasijas y platos de un conocedor como Miranda, o las experimentaciones en el material de pintores como William Hernández y los hermanos Duany, o muy jóvenes como Yhamara Cruz y Walberth Lizano. Una verdad mayor del evento fue su facilitación a una entrega al arte como lo exige su esencia: expresión con libertad de ideas y estéticas vinculando desde su más ardua manufactura histórica, su relación filosófica con la espiritualidad, su capacidad utilitaria y decorativa hasta la incorporación de su pensamiento modernista de compromiso sociológico.
Por eso muchas de las piezas logradas además de viajar en el acervo personal de cada artista, ocuparan espacios dentro de la vida cultural matancera. Además de la impresionante exposición que ahora exhibe la galería de la Filial Provincial de la ACAA, un gran mural en proceso tomará una pared de la Universidad, otras obras se integrarán a los ambientes de la propia Filial de la ACAA, la Escuela de Provincial de Arte, el Instituto de Investigaciones Científicas de Indio Hatuey, y una subasta de algunas vasijas recaudará fondos para la nueva sede del Consejo Provincial de las Artes Plásticas y su nueva galería. Por su parte Catherine Merril retornará una vez más a Estados Unidos llevando algunas de ellas en su valija de mano, agrandando así desde lo indetenible de su labor el estudio y la promoción sobre el valor de la cerámica cubana como ejemplo de inventiva ante las limitaciones de recursos y de creatividad contextual dispuesta a fundirse con el otro de buena voluntad.
1 Comments:
At 7:06 p.m., Anónimo said…
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